Características de una escuela inclusiva.

La educación inclusiva se caracteriza principalmente por tener un objetivo muy claro: que todos los niños y jóvenes de una determinada comunidad desarrollen su etapa escolar en un mismo centro y aula ordinaria, sin que tenga lugar ningún tipo de separación en función de unas determinadas condiciones personales, sociales o culturales. El concepto de inclusión es integral y completo, incluyendo también a aquellos niños que presentan algún tipo de discapacidad o trastorno del aprendizaje.

Para poder llevar a la práctica la idea de una escuela donde todos tengan cabida de una forma natural, armoniosa y sin conflictos significativos, y que además resulte exitosa a la hora de extraer el máximo potencial individual de cada alumno o alumna, es necesario que se den las siguientes características:

El principio rector y filosófico de un proyecto educativo inclusivo debe basarse en el concepto de NOSOTROS como sinónimo de COMUNIDAD.

Debe ser una escuela flexible en su currículo, evaluación, promoción y organización.

La escuela debe estar enfocada y prestar una gran atención a la diversidad de intereses, capacidades, ritmos y necesidades de aprendizaje de cada alumno de manera individual.

Humanización, libertad, democracia, justicia e igualdad de oportunidades deben ser los principales valores por los que se rijan las diversas actuaciones y actividades de la escuela.

A nivel metodológico, el enfoque ha de centrase en las características del alumno y no tanto en los contenidos.

Buenas prácticas para la educación inclusiva

En base al concepto de escuelas para todos y de las características anteriormente reseñadas, existen una serie de buenas prácticas que favorecen la inclusión en el ámbito escolar.

Facilitar la diversificación de la enseñanza y la personalización de las diversas experiencias de aprendizaje.

Fomentar la participación de los padres en los siguientes ámbitos: actividades de la escuela, apoyo en determinados aprendizajes y control de los progresos de sus hijos.

Diálogo y consenso de todos los miembros de la comunidad educativa: profesores, padres y todos los alumnos.

El centro debe estar abierto a su entorno y realizar acciones conjuntas con instituciones, asociaciones culturales, empresas, etc.

Contar con los recursos necesarios para satisfacer las necesidades de los alumnos con necesidades educativas especiales (NEE): profesores de apoyo, material informático y didáctico, clases especiales para llevar a cabo algún tipo de aprendizaje específico, aunque lo ideal es que la inmensa mayoría de las clases se realicen en el aula ordinaria.

Crear lazos de convivencia y tolerancia entre toda la comunidad escolar.

Prevenir la exclusión por motivos culturales favoreciendo la adaptación de los alumnos inmigrantes y realizando actividades que fomenten la aceptación de la diversidad y la interculturalidad (visión positiva y enriquecedora de la mezcla de culturas).

Crear una relación cálida y de confianza entre los profesores y los alumnos y sus familias.


La educación inclusiva debe beneficiar, cubrir las necesidades y estar a la altura de las expectativas tanto de los alumnos con necesidades especiales como los que no la tienen. 

De igual modo, debe atender tanto a los chicos procedentes de culturas diferentes como de la autóctona o mayoritaria. Un enfoque excesivo en las minorías, aun realizado de forma inconsciente, puede conducir a la paradoja de que buscando la inclusión se reavive el conflicto entre alumnos o el malestar entre los chicos que por tener unas capacidades o perfil más estándar puedan sentirse menos atendidos o valorados.



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